Soledades: La olla expres 2020

Soledades

Soledades

Pasos de un peregrino son, errante,

Cuantos me dictó versos dulce Musa

En soledad confusa,

Perdidos unos, otros inspirados.

¡O tú que de venablos impedido

—Muros de abeto, almenas de diamante—,

Bates los montes que de nieve armados

Gigantes de cristal los teme el cielo,

Donde el cuerno, del eco repetido,

Fieras te expone, que — al teñido suelo,

Muertas, pidiendo términos disformes—

Espumoso coral le dan al Tormes!:

Arrima a un frexno el frexno, cuyo acero,

Sangre sudando, en tiempo hará breve

Purpurear la nieve;

Y, en cuanto da el solícito montero,

Al duro robre, al pino levantado

—Émulos vividores de las peñas—

Las formidables señas

Del oso que aun besaba, atravesado,

La asta de tu luciente jabalina,

—O lo sagrado supla de la encina

Lo Augusto del dosel, o de la fuente

La alta cenefa, lo majestuoso

Del sitïal a tu Deidad debido—,

¡O Duque esclarecido!

Templa en sus ondas tu fatiga ardiente,

Y, entregados tus miembros al reposo

Sobre el de grama césped, no desnudo,

Déjate un rato hallar del pie acertado

Que sus errantes pasos ha votado

A la real cadena de tu escudo.

Honre suave, generoso nudo,

Libertad, de Fortuna perseguida;

Que, a tu piedad Euterpe agradecida,

Su canoro dará dulce instrumento,

Cuando la Fama no su trompa al viento.

Luis de Góngora – al Duque de Béjar
Lope de Vega – Soledades

A mis soledades voy,

de mis soledades vengo,

porque para andar conmigo

me bastan mis pensamientos.

No sé qué tiene el aldea

donde vivo y donde muero,

que con venir de mí mismo,

no puedo venir más lejos.

Ni estoy bien ni mal conmigo;

mas dice mi entendimiento

que un hombre que todo es alma

está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,

y solamente no entiendo

cómo se sufre a sí mismo

un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,

fácilmente me defiendo;

pero no puedo guardarme

de los peligros de un necio.

Él dirá que yo lo soy,

pero con falso argumento;

que humildad y necedad

no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,

porque en él y en mí contemplo

su locura en su arrogancia,

mi humildad en mi desprecio.

O sabe naturaleza

más que supo en este tiempo,

o tantos que nacen sabios

es porque lo dicen ellos.

«Sólo sé que no sé nada»,

dijo un filósofo, haciendo

la cuenta con su humildad,

adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,

de desdichado me precio;

que los que no son dichosos,

¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,

porque dicen, y lo creo,

que suena a vidrio quebrado

y que ha de romperse presto.

Señales son del juicio

ver que todos le perdemos,

unos por carta de más,

otros por carta de menos.

Dijeron que antiguamente

se fue la verdad al cielo;

tal la pusieron los hombres,

que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos

los propios y los ajenos:

la de plata los estraños,

y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,

si es español verdadero,

ver los hombres a lo antiguo

y el valor a lo moderno?

Todos andan bien vestidos,

y quéjanse de los precios,

de medio arriba romanos,

de medio abajo romeros.

Dijo Dios que comería

su pan el hombre primero

en el sudor de su cara

por quebrar su mandamiento;

y algunos, inobedientes

a la vergüenza y al miedo,

con las prendas de su honor

han trocado los efectos.

Virtud y filosofía

peregrinan como ciegos;

el uno se lleva al otro,

llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,

universal movimiento,

la mejor vida el favor,

la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,

y no me espanto, aunque puedo,

que en lugar de tantas cruces

haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros,

cuyos mármoles eternos

están diciendo sin lengua

que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo!

Porque solamente en ellos

de los poderosos grandes

se vengaron los pequeños.

Fea pintan a la envidia;

yo confieso que la tengo

de unos hombres que no saben

quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,

sin tratos, cuentas ni cuentos,

cuando quieren escribir,

piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,

tienen chimenea y huerto;

no los despiertan cuidados,

ni pretensiones ni pleitos;

ni murmuraron del grande,

ni ofendieron al pequeño;

nunca, como yo, firmaron

parabién, ni Pascuas dieron.

Con esta envidia que digo,

y lo que paso en silencio,

a mis soledades voy,

de mis soledades vengo.

Soledades – Lope de Vega

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