La Zaragoza de Benito Pérez Galdós
Zaragoza es la sexta novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, publicada en 1873. A través de la narración en primera persona de Gabriel de Araceli, personaje conductor de esta serie, se describe el segundo sitio de Zaragoza, acaecido en enero y febrero de 1809, durante la Guerra de Independencia entre España y Francia. Evocando asedios clásicos como los de Numancia o Sagunto, Galdós dibuja uno de sus más cuadros descarnados de la violencia de la guerra, con minuciosas descripciones de los preparativos para la defensa de la ciudad, a cargo del general Palafox, las escaramuzas bélicas, la falta de alimentos, la superioridad técnica y material de los franceses y la epidemia de fiebre amarilla que diezma a la población de una Zaragoza finalmente reducida al saqueo francés y las ruinas.

Varios estudiosos de la obra galdosiana han insistido en el arrebatado tono épico de muchas de las páginas de los episodios de la primera serie. El dedicado al sitio de Zaragoza abunda en pasajes que parecen confirmar esa apreciación, muchos de ellos directamente relacionados con la figura del general Palafox.
EPISODIOS NACIONALES. ZARAGOZA. Capitulo 1.
Los hombres quedaban por docenas estrellados contra el suelo en aquella línea que había sido muralla, y ya no era sino una aglomeración informe de tierra, ladrillos y cadáveres (…) Morir era un accidente, un detalle trivial, un tropiezo del cual no debía hacerse caso.
Benito Pérez Galdós

…El día siguiente, 22, fue cuando Palafox dijo al parlamentario de Moncey que venía a proponerle la rendición: «No sé rendirme: después de muerto hablaremos de eso.» (…)
Cuando la tempestad de fuego se calmó, no nos conocíamos: estábamos transfigurados, y algo nuevo y desconocido palpitaba en lo íntimo de nuestras almas, dándonos una ferocidad inaudita. Al día siguiente decía Palafox con elocuencia: «Las bombas, las granadas y las balas no mudan el color de nuestros semblantes, ni toda la Francia lo alteraría». (…)
De todo esto nos reíamos o aparentábamos reírnos, como lo prueba la vanagloriosa respuesta de Palafox al mariscal Lannes (que desde el 22 se puso al frente del ejército sitiador), en la cual le decía: «La conquista de esta ciudad hará mucho honor al señor Mariscal si la ganase a cuerpo descubierto, no con bombas y granadas que sólo aterran a los cobardes». (…)
En los puntos de peligro aparecía siempre Palafox como la expresión humana del triunfo. Su voz reanimaba a los moribundos, y si la Virgen del Pilar hubiera hablado, no hubiera hablado por otra boca. Su rostro expresaba siempre una confianza suprema, y en él la triunfal sonrisa infundía coraje como en otros el ceño feroz. Vanagloriábase de ser el impulsor de aquel gran movimiento.
Como comprendía por instinto que parte del éxito era debido, más que a lo que tenía de general a lo que tenía de actor, siempre se presentaba con todos sus arreos de gala, entorchados, plumas y veneras, y la atronadora música de los aplausos y los vivas le halagaban en extremo. Todo esto era preciso, pues ha de haber siempre algo de mutua adulación entre la hueste y el caudillo para que el enfático orgullo de la victoria arrastre a todos al heroísmo.
Galdós (1873)

A finales del siglo XVIII se estableció sin lugar a dudas su bautismo en el 6 de marzo de 1786 en la ciudad de Barcelona, concretamente en el barrio de La Ribera, en la calle de los Sombrereros.2 Hija de Pedro Juan Francisco Ramón Saragossa Labastida, obrero, y de Raimunda Domenech Gasull, ambos naturales de Fulleda (Lérida), fue bautizada el 6 de marzo de 1786 en la basílica de Santa María del Mar de Barcelona.
Agustina se casó a los 17 años con Juan Roca Vilaseca, cabo de artillería, el 17 de abril de 1803 en la iglesia de Santa María del Pino de Barcelona. El matrimonio tuvo un hijo varón cuyo nombre se desconoce, que murió a corta edad. Su marido participó desde el principio en la Guerra de la Independencia Española, tomando parte en la batalla del Bruch. Los acontecimientos de la guerra los llevaron a Agustina y a él a Zaragoza.