Bretaña. Sopa de cebolla.
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La Bretaña

Cualquier momento es bueno para recorrer la Bretaña, pero tal vez el otoño ofrezca experiencias diferentes, lejos de aglomeraciones turísticas y un clima suave y soleado.
El otoño con su dosis de calma y serenidad es un buen momento para disfrutar el magnífico espectáculo del Golfo de Morbihan, una las mejores bahías del mundo con sus 42 islas de paisajes encantadores.
Si te va la aventura y te apetece sentir la libertad, la velocidad, el viento, el yodo, opta por el carro de vela, con el que se puede correr a la velocidad del rayo por las grandes playas de arena con vistas a las bahías bretonas más bonitas. Claro que si buscas algo más tranquilo, un paseo por las orillas del río Rance es un recorrido bucólico salpicado de ciudades de arte y pueblos encantadores como Léhon, Dinan o Dinard.
El otoño en la Bretaña
Otoño es también la época de la recolección de la manzana, lo que significa que es tiempo de elaborar la famosa sidra bretona. La reina de los campos frutales también se declina en esta época hasta el infinito en las recetas de la cocina bretona, la manzana aparece en “todas las salsas” cruda o cocinada, en compota, en una crepe flameada, en los kouing-amann, acompañando la andouille de Guéméne… En otoño la migración es un espectáculo en la isla de Ouessant, una de las mejores zonas de Francia para la observación ornitológica otoñal.
Es excepcional el número de aves procedentes de Siberia y otras especies exóticas que se detienen aquí. Y, hablando de islas, a diez minutos en barco desde la punta de Arcouest, Bréhat seduce por su microclima, un atractivo turístico importante fuera de temporada. Está prohibida la circulación de coches por la isla, lo que la convierte en un auténtico paraíso para paseantes y ciclistas. El cambio de ritmo y el relax es soberbio y para sentirlo no hay más que pasearse por sus caminos de vegetación mediterránea y por las callejuelas de sus pueblos.
La música y la comida de la Bretaña
Hace años, un amigo, Patrick Hupin, me enseño ésta receta de la Bretaña. A el no le gustaba demasiado ya que le recordaba interminables desayunos de niño. Aquí transcribo la versión moderna de esta sopa originaria de Francia, hecha con pan seco, caldo de carne y cebollas caramelizadas. La “soupe á l’oignon gratinée” o sopa de cebolla gratinada, una variación de la receta de Paul Bocuse en el libro “La cocina del mercado”.
Sopa de cebolla.
Ingredientes
- 6 cebollas grandes y dulces
- 30 ml de aceite de oliva extra virgen 2 cucharadas
- 60 g de mantequilla
- 1 diente de ajo
- 2 litros de caldo de carne
- 12 rebanadas de pan del tipo baguette
- 3 cucharadas de harina de trigo
- 1 cucharadita de azúcar
- Sal y pimienta negra recien molida al gusto
- 20 ml brandy o coñac
- 100 g queso rallado suave tipo Gruyère
Elaboración paso a paso
- Preparación de la sopa de cebolla
- Pelamos y cortamos en juliana (a lo largo y en finísimas rodajas) las cebollas dulces. Reservamos en un cuenco.
- Elegimos una cazuela grande, calentamos el aceite en el fondo de la cazuela. Añadimos la mantequilla, que es la verdadera base de esta sopa francesa.
- Cuando se haya derretido y mezclado con el aceite de oliva introducimos las cebollas y el ajo muy picadito. Añadimos también un poco de sal y pimienta negra. El efecto salado nos ayudará a que las cebollas suden y que se ablanden antes.
- Removemos con una cuchara de madera de manera envolvente hasta que la cebolla quede transparente o translúcida, no debe coger color.
Notas
Este proceso es lento porque queremos tener la cebolla blandita sin que se queme. Con fuego muy suave tardaremos unos 20-25 minutos.
Podéis tapar o no la cazuela durante la cocción aunque si la tapáis el agua que va soltando el sofrito quedará en la cazuela y evitará que la cebolla tome color tostado.